Profesora, compañeras y compañeros, a continuación un artículo que publicaron el sábado en La Prensa relacionado con el tema que tocó en la última clase la profesora que trabaja en Curundú. Me pareció atinado compartirlo compartirlo con Ustedes.
Profesora el sábado llevo la película "Esperando A Superman". Favor pedir las bocinas.
Saludos cordiales,
El uso de la ciencia en la prevención de la violencia:
Anilena Mejía-Lynch
Anilena
Mejía-Lynch
El asunto de la violencia nos preocupa a todos. Cada vez
somos más recelosos con nuestros vecinos. Años atrás disfrutábamos de patios
abiertos; hoy nuestras casas parecen cárceles, con rejas de arriba abajo. Hace
unas semanas visité una escuela ubicada en uno de los barrios más peligrosos
del país, donde un grupo de maestros exige un mínimo de seguridad, pues temen
por sus vidas. Día a día somos bombardeados de información sobre cómo este
fenómeno se nos está saliendo de las manos.
¿Qué estamos haciendo para mejorar la situación?
El comportamiento violento en jóvenes y adultos no
aparece de la noche a la mañana. Es un trastorno que se gesta desde los
primeros años de vida. Los “rasgos crueles y sin emociones” o callous
unemotional traits han sido descritos por científicos como aquellos que se
encuentran en niños y predicen el comportamiento antisocial más tarde en la
vida. Estos rasgos pueden ser fácilmente identificados a través de evaluaciones
psicológicas.
Una vez identificados los niños con estos rasgos, es
posible ofrecer programas de prevención para evitar que se desarrollen
comportamientos antisociales durante la adolescencia y la adultez. Estos
programas de prevención son de diversos tipos, entre los que han sido más
estudiados están los de entrenamiento a padres, madres y familias en general.
Se sustentan en la premisa de que, a través de una crianza saludable y
positiva, podemos prevenir que se desarrollen problemas de comportamiento en
los niños. Estos programas ofrecen estrategias prácticas a los padres para que
establezcan mejores relaciones con sus hijos. Las personas en alto riesgo
social tienden a repetir patrones dañinos de su propia crianza y, con más
razón, requieren de apoyo y entrenamiento para romper el círculo vicioso de
relaciones problemáticas.
Hay diversos planes de entrenamiento para padres,
desarrollados con base a investigaciones científicas que sustentan su
efectividad. Sin embargo, en Panamá hemos decidido implementar programas sin fundamento
científico. Un ejemplo son las “Escuelas para Padres”, diseñadas por el
Ministerio de Educación (Meduca).
Celebro esa iniciativa que pretende contrarrestar un mal
que afecta a toda la sociedad, pero me pregunto: ¿Por qué recurrimos a un
programa diseñado arbitrariamente, intuitivo y sin ninguna evidencia que
sustente su efectividad, si hay opciones desarrolladas con base científica?
Considero que se debería evaluar científicamente la efectividad de las
“Escuelas para Padres” del Meduca y así determinar si después de ofrecer el
programa ocurren cambios significativos en estas familias. De lo contrario,
estaríamos invirtiendo valiosos recursos sin la seguridad de que el programa
sea efectivo. Con el fenómeno de la violencia no podemos darnos el lujo de
ejecutar programas por intuición. Es necesario utilizar las estrategias
desarrolladas de manera científica y sistemática.
Algunos organismos han comenzado a invertir fondos en la
investigación de programas de prevención. Un ejemplo, es el programa de Familias
Fuertes, implementado por la Cruz Blanca y las Naciones Unidas, contra el
delito y el crimen. Hasta ahora, 110 familias se han visto beneficiadas (y se
llevan a cabo evaluaciones para establecer su efectividad). Como becaria
doctoral de Senacyt, me he dedicado a investigar la efectividad de otro
programa para padres, diseñado en Australia e implementado alrededor del mundo,
llamado Triple P (Programa de Paternidad Positiva). Este año, 100 padres de
comunidades de alto riesgo de la ciudad de Panamá participarán en el programa
como parte de un estudio diseñado, científicamente, para evaluar su
efectividad.
Los resultados de este estudio nos indicarán, con
exactitud, si se redujeron o no las dificultades de estos padres y si la
inversión dio resultados positivos. Estudios hechos el año pasado revelan que
dicho programa es considerado aceptable y relevante, culturalmente, para los
padres panameños. Un 70% de los entrevistados dijo tener interés en participar
en un programa como Triple P, y el 100% de los profesionales panameños
entrevistados (maestros, psicólogos y trabajadores sociales) afirmó que se
necesita un programa con bases teóricas y científicas más sólidas que la
“Escuela para Padres” del Meduca.
Estudios de costo-efectividad demuestran que la inversión
sería de 2.00 balboas por niño, y que se recuperaría al poco tiempo, porque se
gasta más dinero cada vez que ocurre un acto violento en nuestra ciudad. En el
caso de la violencia, el costo no es solo monetario y directo, sino
psicológico-cultural e indirecto. Un pueblo asustado produce menos, es menos
feliz y, por consiguiente, se enferma más. Una persona enferma representa un
costo para toda la sociedad. Invertir 2.00 balboas para reducir el riesgo de
que un niño panameño se convierta en pandillero no parece un alto precio a
pagar.
La intención de este artículo es valorar la importancia
de la ciencia en nuestras acciones, y recalcar que sí hay estrategias para
combatir y prevenir la violencia. Es posible identificar desde temprana edad a
los niños que están en riesgo de desarrollar dificultades y es posible
intervenir a las familias de estos niños para evitar el problema. Ya contamos
con la infraestructura para atender a las familias (escuelas y centros de
salud) y con el personal que se podría capacitar para este fin (maestros y
orientadores). Por último, reitero la importancia de utilizar un método
científico para evaluar el impacto de estos programas en nuestra realidad. Aún
no es tarde para empezar a utilizar la ciencia y prevenir la violencia en nuestro
país.
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